Si dejar la infancia es reemplazar los objetos por
sus signos, así se explicaría por qué mi hijo no quiere desprendesrse de absolutamente ninguno de los juguetes que ha acumulado a lo largo de sus siete años de vida, y por
qué algunos adultos tienen esa pulsión desesperada por la posesión, el consumo
y la codicia acumulativa.