mi hijo en una camita estrecha con una manta de lana gris
yo en otra
y cincuenta camas más
apretadas
en una línea perfecta
él no sabe nada de orfanatos, internados, hospitales
...
afortunado
en medio del pasillo que dejan las dos hileras de camas
bajo una lámpara blanca y desnuda
una mujer nos lee la historia de Pulgarcito
y allí echada sobre la anónima manta gris
y ante el espectáculo del hambre
la miseria, la violencia y la crueldad
se me escapa una lágrima
...
a pesar de observarlo desde la cama vecina
no sé
qué pasó por su cuerpo, su alma y su amada cabecita
ante el ogro degollando a sus siete hijas a sangre fría
nunca lo sabré.